Una dama entre nosotros (Homenaje 2019 a Luisa Gavasa)

Los que vamos al teatro y estamos más o menos al tanto del mundo del cine, incluido el aficionado, hacía tiempo que sabíamos de Luisa Gavasa y su arte. No solo de su vocación por la actuación sino de su preparación y su magnífica presencia adornada por una voz llena de matices.

Lo suyo fue durante mucho tiempo el teatro. No solo compañías aragonesas –cómo olvidar el Estable- sino nacionales. La veíamos sobre las tablas del Teatro Principal, sabíamos de su categoría, pero ya se sabe que la popularidad viene generalmente –salvo escasas excepciones- por otros senderos.

Yo la conocí personalmente, y perdonen que me cite, recitando poesía. Ambos fuimos dos de los muchos recitadores en un acto que organizaba mi buen amigo Andrés López Pintado –ya fallecido- bajo el curioso título de “Alijo poético”. Era en el local que la Peña Cachirulo tenía en la Plaza de Santa Cruz de Zaragoza, y ella llegó con la no menos grande María José Moreno. Ellas seguramente no recordarán apenas aquella jornada, al revés que un servidor a quien impactaron aquellas voces singulares de dos mujeres en plenitud.

Por entonces Luisa había vuelto a su ciudad por motivos familiares. Su apellido estaba asociado a un conocido negocio por la calle Alfonso I y pudo ocurrir que se dedicara a él abandonando sus claras opciones de convertirse en una figura nacional. Por suerte para el arte no fue así, regresó a la interpretación, vino la televisión y un buen día apareció Paula Ortiz y de allí en adelante todo rodado hasta que se enteraron en España lo que muchos por aquí hacía tiempo que sabíamos.

Antes de que cerca del lugar donde sus padres tenían el negocio rodara algunas escenas de la celebrada “De su ventana a la mía” ya había aparecido en algunas películas, pero eran papeles pequeños. Incluso fue “chica Almodóvar” aunque no me consta que haya ido por ahí presumiendo de ello. En el reparto de “Entre tinieblas” la podemos ver como monja 1ª, o sea que ni nombre le otorgaron. Trabajó con Picazo –“Extramuros”-, Salvador García Ruiz –“Mensaka”, y por fin un debutante en el largo, Juan Vicente Córdoba, le dio un hermoso papel en un filme muy interesante aunque de escasa proyección, “Aunque tú no lo sepas”.

Recuerdo que vi esa película en el desaparecido cine Buñuel y me reafirmé en las posibilidades de esa mujer, que al entrar en la madurez podía representar papeles con mucha más carne a la que hincar el diente que los que circulaban por ahí en las comedietas habituales.

Lo de Paula, primero con la película citada y luego con la premiada “La novia” fue tocar por fin el cielo. Recuerdo que cuando la vi en un preestreno no tardé en comentarle que ya podía ir encargando el traje para la ceremonia de los goyas. Cuando ese día llegó no fui el único que vivió como algo propio el reconocimiento de los académicos. Luego llegaría el premio de los escritores cinematográficos, el feroz…

Y no ha parado, no solo de ser reconocida sino de trabajar. Viene de rodar una serie sobre narcos allá por Colombia, que esperamos poder ver algún día en medio del maremágnum de material que nos asalta. Los reconocimientos se los da no solo el mundo del cine sino que la propia ciudad que le vio nacer la nombró hija predilecta. Ella sabe que se la quiere, que se la respeta y que se la admira, pero ella también contribuye a ello sabiendo estar en los actos públicos, luciendo siempre elegante y acorde a su edad, atendiendo a todos con amabilidad y sin darse más aire que el justo, lejos de absurdos divismos, lo propio de alguien que se ha curtido desde abajo, que no está en esto por casualidad sino porque se ha preparado para ello y que sabe que al final se ha hecho justicia y la industria la ha colocado donde se merece.

Nuestro festival, aunque modesto, gusta de reconocer a personas como Luisa que han sabido llegar, mantenerse y pregonar por donde haga falta su condición de aragonesa sin dejar de ser española e internacional, si viene al caso.

FERNANDO GRACIA

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